Un muerto por aquí, otro muerto por allá, un vuelco, un choque, una nena y su papá accidentados a bordo de una de las tantas "bestiales" motos que se adueñaron implacablemente de las calles de la ciudad.
Son hechos que se volvieron casi cotidianos y que parecen haberse multiplicado en los últimas horas.
Son los accidentes nuevos de cada día. Imprudencia. Sinrazón.
En un triste escenario de calamidades callejeras se ha convertido Chivilcoy.
La ciudad chorrea sangre por cualquier lado.
Los protagonistas de estas lamentables historias sólo parece que tienen como prioridad, el único e irrenunciable objetivo de llegar antes al cementerio, allí donde el orden de aparición es lo que menos importa.
Su reiteración aburre; ya ni siquiera causa tristeza; solo produce agobio.
Son tantos los accidentes de tránsito, que han dejado de ser noticia. A esto hemos llegado.
Aparecen en algunos portales de diarios locales, sólo porque son información fácil de conseguir.
¿Cómo es posible que vivamos con la certeza del accidente nuevo de cada día?
En nuestra ciudad se ha comenzado a desvalorizar la vida -propia y ajena- a pasos agigantados.
La acción concientizadora de las autoridades parece no ser suficiente. No alcanza. Se necesita mayor dureza a la hora del escarmiento. Dureza ejemplificadora.
En una oportunidad fui testigo ocasional de un operativo de tránsito que se realizaba, en horario bancario, en la esquina de Bolívar y Pellegrini, frente a la sucursal del Banco Francés.
Entre otros, detienen el paso de una moto, cuyo conductor circulaba con el casco colgando de uno de sus brazos, una escena habitual en cualquier calle de Chivilcoy.
Con buen criterio, y hasta con paternal vocación docente, el inspector a cargo del operativo instó al conductor a que use el casco donde corresponde (la cabeza), advirtiéndole que la próxima vez sería sancionado. Sin infraccionarlo, le permitió avanzar.
El motociclista siguió su camino con el casco colgando del brazo.
Con su actitud, el hombre de la moto nos estaba transmitiendo un claro mensaje, que el personal de Tránsito no supo comprender: para muchos de ellos, usar el casco colgando del brazo es hacer lo correcto, es ponerlo donde corresponde -según su particular saber- porque para usar el casco en la cabeza, primero hay que tenerla. Mal se puede colocar algo en un lugar inexistente. Claro está que la ironía no amerita mayores explicaciones (supongo).
Es sólo un ejemplo. Pésimo, pero es muy nuestro.
Literalmente, Chivilcoy tiene una buena dosis de conductores sin cabeza. Y así les va; ya sabemos a donde llegan…
Tenemos un Hospital Municipal con grandes recursos humanos y técnicos al servicio de quienes impulsivamente desprecian la vida. Que triste realidad…!!!
Ha pasado el tiempo de seguir predicando con la palabra.
Dejemos esa función para los buenos pastores que buscan llevar más ovejas a su rebaño.
Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada.
En Chivilcoy hay que hacer cumplir la Ley de forma rigurosa, con dureza implacable, para que las calles no se tiñan de rojo cada nuevo día. Para que la ciudad -y sus rutas- dejen de chorrear más sangre de la ya derramada.