El Presidente Mauricio Macri estuvo en las últimas horas en Chivilcoy.
Fueron solo unos pocos minutos; los suficientes que dura el vuelo para traspasar nuestra jurisdicción, con destino final a solo 50 kilómetros de nuestra ciudad -la localidad de Mechita, en Bragado- donde dejó inaugurada una nueva fábrica ferroviaria.
El helicóptero Presidencial sobrevoló a Chivilcoy y Macri solo miró a nuestra ciudad desde arriba, desde lo alto.
Fue un gesto, una actitud; tan cerca, pero tan lejos.
Tal vez una muestra mas, que describe la personalidad del primer mandatario y su frío contacto con buena parte de la gente.
Chivilcoy merece la visita del Presidente, pero él no lo ve así; parece que la ciudad no lo amerita.
Somos una gran comunidad; es un hecho indiscutible e indisimulable.
Grande por dimensiones; por cantidad de habitantes; por nuestro desarrollo dentro del conjunto de ciudades que conforman el oeste bonaerense, mas allá de los sinsabores que debemos afrontar como resultado de la devastadora y cruel política económica.
Chivilcoy es grande por nuestra historia y por nuestra gente.
Pero, a veces, la grandeza de una ciudad, como la que vivimos, es poca e insuficiente y no alcanza para quienes tienen incapacidad en ver cosas, que son muy claras y fáciles de entender.
Esta anomalía, en términos médicos, se llama miopía.
Es una pena que el Presidente no la corrija, para ver mejor y más de cerca, la realidad de ciudades como Chivilcoy y, entonces, decida detenerse en nosotros.
Cuando ello ocurra -si es que sucede- tal vez el helicóptero Presidencial pueda aterrizar en nuestra ciudad, para palpar sobre el terreno (y no desde el aire) la realidad de este enorme puñado de vecinos que "lucha y se desangra por la fe que lo empecina…" (Enrique Santos Discépolo).