En la vecina comunidad rural de La Rica, en un predio casi desolado -en el medio de la nada- se levanta erguido un histórico mástil.
Está ubicado a unos 600 metros del casco urbano, tomando como centro a la plaza Emilio Reynes.
Fue uno de los primeros construidos en la localidad, casi paralelo al de la centenaria Escuela Primaria.
Está sostenido por una sólida base con escalones, cuya estructura evidencia el inexorable paso del tiempo.
En la comunidad, no todos saben de su existencia.
Si bien nunca estuvo oculto, su esbelta figura salió a la luz recientemente, a raíz de mejoras que se están realizando para la ejecución de un nuevo barrio cerrado.
Pero el mástil no está solo.
Tiene un genuino corazón humano que le da vida y le otorga el sustento necesario, para que siga luciendo con el esplendor que debe caracterizarlo, ese fulgor que soñaron sus creadores.
Un vecino, anónimo, en silencio, iza en el mástil la Bandera Nacional, para que ella flamee con orgullo, fortaleciendo con su presencia nuestra identidad nacional.
Es el sentimiento de pertenencia.
Una manifestación de amor, orgullo y compromiso con la Patria, que contiene historia, cultura, tradición.
En La Rica, lejos de todo, emplazada en el asta que emerge altiva desde las entrañas de la tierra fértil, luce estoica la celeste y blanca.
A escasos días de un nuevo aniversario del Día de la Independencia -este 9 de Julio- esta es una pequeña muestra de argentinidad.
Replicar este ejemplo en cada espacio de nuestra cotidiana existencia, nos hará más libres y soberanos.