"LA VIDA DE OSCAR": UNA HISTORIA QUE IMPACTA

"LA VIDA DE OSCAR": UNA HISTORIA QUE IMPACTA

En las últimas horas, una historia que tiene a Chivilcoy como escenario, ha impactado al país.
Tomó estado público, y enorme dimensión, a raíz de la exposición que el reconocido fotógrafo local Daniel Muchiut, realiza en FOLA, un espacio dedicado exclusivamente a la fotografía, en el corazón del barrio de Palermo en la Capital Federal.
Allí Muchiut expone "La vida de Oscar", hasta el 4 de agosto, de lunes a domingo de 12:00 a 20:00 (miércoles cerrado).
Es el relato en imágenes, captadas durante casi 20 años, de un hombre que vivió en las calles de Chivilcoy, miserablemente, casi de manera salvaje (foto), que atravesó por difíciles circunstancias, sobreponiéndose a su manera, y que luego de medio siglo, logró reencontrarse con su familia en nuestra ciudad.
Muchiut contó la historia de "La vida de Oscar", registrada en sus fotos, a Luciano Sáliche, de Infobae, el medio que le dio dimensión nacional a los hechos.
Este es el conmovedor relato publicado:
Perros. A Oscar siempre lo acompañaron los perros. A todos lados que iba, siempre, a su alrededor, había perros. En Chivilcoy lo conoce todo el mundo. Vivió en la calle más de treinta años, siempre a la intemperie, en un auto abandonado, en taperas, en los montes.
"El hombre de la bolsa". Así le decían los padres que querían asustar a sus chicos. "Te va a llevar el hombre de la bolsa si te seguís portando mal", amenazaban. Oscar Ojeda, ese es su nombre, era un espectro silencioso que vagaba por el pueblo y los chicos le temían. Algunos, envueltos en los prejuicios de los adultos, iban en bici a cascotearle su rancho, que no era un rancho, era una pila de cosas con las que se cubría de la lluvia. Así vivió, durante treinta años. Hasta que Daniel Muchiut, fotógrafo de la ciudad, se acercó para retratarlo. Algo en él lo cautivaba: su fortaleza.
"Era un milagro que un cuerpo tuviera tanta fuerza", le dice a Infobae Culturamientras recorremos la sala de FoLa, donde se expone su ensayo fotográfico titulado La vida de Oscar, junto con el documental —que lleva el mismo título— que filmó con el Colectivo La Confianza donde entrevistaron a mucha gente que lo conoce. Aquí se ven las distintas etapas de su historia: el tiempo en la calle, los meses en la pensión, el regreso a la calle, y finalmente el geriátrico, donde hoy está Oscar. Hace dos años se reencontró con sus hermanos, que no los veía desde que tenía ocho, cuando los separaron. Pasaron casi sesenta años. Lo creían muerto. La obra de Muchiut fue la clave: un puente que unió dos orillas demasiado lejanas.
Esta es la historia de Oscar Ojeda, el hombre de la bolsa, el hombre de los perros, el hombre salvaje, el hombre que resistió la vida entera para este reencuentro, y al fin sonreír. Empecemos por el principio.
Así empieza la historia
Misiones. Allí nació Oscar, el 20 de octubre de 1950. A los cinco años, su madre lo dejó en la casa de un tío en Tortuguitas, partido de Malvinas Argentinas, provincia de Buenos Aires. Eran él y sus dos hermanos: Irma de tres y Raúl de dos. Golpearon la puerta, entraron los tres hermanitos y cuando miraron para atrás ya no había nadie.
Al tiempo, la madre volvió, pero no estaba sola, tenía una nueva pareja. Con el padrastro se llevaban muy mal, entonces se vuelven a separar, esta vez para siempre. "La madre los lleva a un Instituto de Menores, los entrega y los separa, y ellos nunca más se volvieron a ver", cuenta Muchiut. Oscar tenía ocho años, Raúl cinco. Uno a Chivilcoy, otro a Olavarría. "Irma, con el primer sueldo que tuvo, lo fue a buscar a Raúl al instituto y se lo llevó con ella, y así hicieron una vida distinta a la de Oscar. Pero de Oscar no sabían dónde estaba. Por eso nunca pudieron hacer nada".
En las afueras de Chivilcoy está el Puente de las Tres Bocas. Un salto temporal lo deja a Oscar allí, solo, tirado, convaleciente. Se instala en un auto abandonado, un Siam Di Tella, y arma su hogar. Vive entre la basura rodeado de perros. Un día Daniel Muchiut se acerca y entabla una relación. Le dice que quiere sacarle algunas fotos.
¿Fotos al "hombre de la bolsa"? "Muchos fueron criados con ese prejuicio: que esta persona, detrás de ese ropaje, era un salvaje que lastimaba a los otros. Pero era todo lo contrario. La verdad que mete miedo. Vos lo ves así, con este aspecto, y sí, claro. Pero era el tipo más bueno que conocí", asegura con las yemas de los dedos de su mano derecha en el pecho.
La primera foto que le tomó fue en 1998. "Estábamos cerca de la crisis del 2001. Yo venía a Buenos Aires y veía mucha gente que vivía en la calle. Y Oscar, justamente, vivía en el Siam Di Tella, ese, que estaba abandonado", dice y señala la foto, y continúa: "Hacía mucho tiempo que él andaba en la calle. Y quería entender cómo una persona llegaba a vivir así. Y empecé una historia que la seguí trabajando durante veinte años".
"Me decían que no iba a tener posibilidad de entablar un diálogo —agrega— y la verdad que fue todo lo contrario. Oscar entendió desde el primer momento lo que yo quería hacer. Estuve hasta el 2001 haciéndole fotos y pensé que la historia terminaba ahí, en ver cómo alguien podía vivir por fuera del sistema. Y quedé tan atrapado con la historia…", dice Muchiut y deja que la frase se continúe sola.
Momento borrado
Oscar fue a parar al Hogar Barneda, un instituto de Chivilcoy para varones. "Y ahí, mientras vos estudiaras, hasta los 16, 17 años podías estar. Después tenías que buscarte un laburo. Él empezó trabajando en el horno de ladrillos. Hasta ahí nosotros tenemos registro de amigos que trabajan con Oscar. Nos decían que tenía una pinta tremenda, que tenía novia, que las mujeres se volvían locas por Oscar. Hasta los 21 años, 22. Y después es donde lo agarra la Policía, que no tenemos nosotros en claro si fue durante la dictadura o unos meses antes, pero fue en ese período", dice Muchiut.
"El tema es que cada vez que queríamos ir en busca de eso la gente tenía miedo de hablar. Nos decían 'sabemos que fue la Polícia' pero nadie decía ni por qué ni para qué. Lo que sí todos dicen es que Oscar era un muy buen tipo, que no podía haber hecho nada. Todos dicen eso. Y yo lo corroboro todo el tiempo. Mirá que los chicos iban a tirarle piedras. Oscar jamás se enojó con nadie ni devolvió ese desprecio que le hacía la sociedad", agrega. "Lo iba a buscar en el auto. Hablábamos de boxeo, de los bailes, pero la zona de cuando a él lo lastimaron la tiene completamente anulada, borrada. Nunca quiso hablar de eso".
Ese momento está borrado en la mente de Oscar.  "Cuando nosotros empezamos a hacer el documental, hablamos con los compañeros de trabajo. Hablamos con una novia que tenía Oscar antes de los veinte años. Nos dicen que a Oscar lo había agarrado la Policía, lo había picaneado, lo había tirado en el Puente de las Tres Bocas como muerto. Y a partir de ese momento Oscar no fue el mismo nunca más".
"El Estado es el que le hace el daño a Oscar —sostiene—: la Policía ejerciendo el poder sobre los más débiles. Porque siempre vuelca toda su impotencia sobre aquel que no tiene posibilidades de defenderse. Oscar era una persona que no tenía familia, no tenía dinero y es una presa fácil para una policía que puede volcar toda su violencia sobre un individuo que no tiene de donde agarrarse".
"Y de ahí empieza a hacer una vida completamente solitaria, donde no tiene relaciones con nadie más que con los perros. Se paraba en distintos lugares y algunas personas se le acercaban para darle algo de comer. Con eso él fue sosteniéndose. Era un milagro que un cuerpo tuviera tanta fuerza, que viviera en esos lugares… mirá, fijate lo que son estos espacios", dice Muchiut y las imágenes frente a nosotros se agigantan.
Estado salvaje

Son varias las etapas que atraviesa en la calle. Todo empezó en el Puente de las Tres Bocas, que es donde pasó más tiempo. "Un estado salvaje", dice Muchiut frente a sus fotos. Y exclama: "Y a la vez tenía una fuerza descomunal. No sabés lo que era. Porque no comía nunca. Estaba mal alimentado, pero decían que era boxeador. Y es cierto, él medía que durante un tiempo estuvo boxeando. Tenía un físico increíble. Mirá."
Después cambia de lugar: "Frente a la fábrica de dulce de leche, donde Oscar había armado en una tapera su casa. Y ahí permanece un tiempo. Después pasa a vivir en una pensión en la calle Humberto Primo. ¿Pero ves que se sentía muy deprimido?", y en las imágenes: una cama, una silla, ropa, las paredes descascaradas, Oscar en el centro.
"Porque él vivía en el Puente de las Tres Bocas y en la tapera, a pasar acá: un lugar completamente cerrado. Y Oscar estuvo un par de meses y en un momento no aguantó más y se fue. Cuando volvimos al lugar, no había quedado nada. El auto, todo lo que había, pasaron la topadora y desapareció todo. Y de ahí vuelve a la tapera, a ese estado salvaje. Es otra etapa muy heavy. Y ahí es cuando Oscar cae enfermo, en el 2003, una neumonía muy fuerte. Ahí lo llevan al hospital y los médicos le aconsejan que viva en un geriátrico porque sino no iba a sobrevivir otra neumonía más", cuenta.
El fotógrafo camina entre sus fotos, señala algunas, las narra, mira al piso, hacia adentro suyo, vuelve a hablar. Se detiene en una. Y dice: "Mirá cómo estaba. Estaba hinchado por lo remedios que tomaba. Y después empieza a adelgazar. Mirá lo que era. De aquel tipo salvaje a esto. Oscar cambia y vive". El paralelismo de su documentación es impecable. Es la radiografía física de una vida que refleja, claro que refleja, lo que Oscar siente, sufre y sueña.
La vida no es un viaje de vacaciones. Lo saben todos los que se animan a mirar el abismo de la desigualdad y la intolerancia. Cuando Emmanuel Lévinas fue encerrado en un campo de concentración durante el nazismo obligado a hacer trabajos durísimos, cuenta que encontró toda la esperanza que el mundo le negaba en la mirada de un perro vagabundo. "Ningún hombre, sino un perro, nos reconocía como seres humanos. Sólo un animal recompuso la humanidad que el ser humano estaba destruyendo. ¿Cuánto le debemos al otro?", escribió el filósofo.
A Oscar le sucedió algo similar, y Muchiut lo notó enseguida. Por eso, en esta muestra, hay una pequeña serie de fotos donde el rostro de Oscar se funde con el de un perro. Es la parte más onírica de la exposición. "Para Oscar los perros fueron demasiado importante", dice y fija sus ojos en esto: "Un retrato en doble exposición donde él se va fusionando con un perro y el perro con él. Es casi como un homenaje final a lo que él lo había sostenido, que era los animales". Junto a estas imágenes, algunas frases de Lévinas.
El encuentro

La etapa del geriátrico. Así se podría llamarse este capítulo. Aunque hay algo más. "Está solo, no lo visita nadie. Nadie", empieza contando el fotógrafo. "Cuando entra al geriátrico empieza a hacer otra vida. Es muy generoso con la gente. Era el único compañero que le podía dar una mano y salir a hacerle los mandados. Tuvo un vuelco muy grande en el geriátrico. De todas formas había quedado oscuro, hasta el momento que aparecieron los hermanos…"
Acá la trama da un verdadero giro, es el momento más importante de la historia. Muchiut le viene haciendo fotos, años y años de fotos, pero entiende que puede dar algo más: una película. El Colectivo La Confianza —Agustín Manavella, Ignacio OteizaElías Suárez y él— entrevistan mucha gente y construyen un relato audiovisual muy valioso.
"La película pasó, se estrenó, y cuando la queremos volver a pasar por segunda vez la publicitamos en Facebook. Y entonces me llama alguien de Campana y me dice: 'Mirá, estamos buscando una persona así y así, ¿vos la conocés bien?' Sí, claro. '¿Sabés si es de Misiones?' Sí. ¿Si vivió en Tortuguitas?' Sí. Y ahí empezamos como a atar cabos. Yo lo único que les pedí es que tuvieran certezas, que no alimentaron ninguna posibilidad de que no sea cierto".
"Lo buscaban con una foto de bebé, y no había ninguna posibilidad tecnológica de encontrarlo. Empezaron a preguntar los datos. Y encontraron la partida de nacimiento en Misiones y se vinieron y se encontraron después de 58 años. Es increíble. Increíble", dice Daniel y oculta una pequeña emoción.
El momento —Daniel se sabe la fecha de memoria: fue el 27 de agosto de 2017— fue registrado por su cámara. Entonces agregaron este encuentro al documental original haciendo una versión nueva y ampliada. Ver esa escena es una experiencia verdaderamente conmovedora. Ver a Irma y Raúl, junto con sus hijos, abrazar a Oscar…
"Cuando aparecieron los hermanos, a Oscar empieza a dibujársele una sonrisa increíble, como si toda la vida hubiera estado esperándolos a ellos. Sino no sé cómo una persona puede estar 30, 35 años de su vida viviendo con nada. Con nada. Porque Oscar no tenía nada. Y ahora está recuperando algo que nunca había tenido: la sonrisa. El contacto con los hermanos. Habla todo el tiempo. Se volvió alguien completamente distinto a lo que era. Un tipo que era cerrado y, ahora, como que se le hubiera abierto el corazón de golpe. Una cosa maravillosa. Maravillosa", dice Muchiut, algo emocionado. ¿Cómo no estarlo?
"Vinieron el hermano y la hermana. Pero después Oscar tiene más hermanos por parte de madre y más hermanos por parte de padre en Misiones. ¡Tiene un familión! Y lo adoran. Tienen una adoración por Oscar… Cada quince días lo van a buscar y se lo llevan a Campana, se queda dos o tres días y después lo traen de vuelta. Y uno de los hermanos de Misiones el otro día me mandó una foto —Daniel saca el teléfono y se pone a buscar en WhatsApp la conversación; scrollea scrollea hasta que la encuentra— una foto del padre, mirá. ¡Son igualitos!"
Y pone el celular al lado de una foto de la muestra donde está Oscar. "Mirá, son igualitos. Este hermano de Oscar, que vive en Misiones, me dice que quiere venir a pegarle un abrazo. Pero no lo va a conocer, porque Oscar no tiene registro".
Oscar Ojeda y Daniel Muchiut.

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