Por Santiago Zunino.

Es una pregunta simple, que muchos nos hacemos en esta época del año: ¿Cómo será el nuevo año 2019 para Chivilcoy?

El interrogante puede responderse de diversas maneras, según el intérprete; pero también puede responderse con otra pregunta: ¿quién lo sabe?

Aventurarse a decir qué puede pasar o cómo nos puede ir, sería hacer futurismo irresponsable, algo a lo que algunos vecinos acostumbran en nuestra ciudad, con suerte diversa. Allá ellos, sabios pensadores excedidos de cafeína, autoconvencidos de merecer un lugar en la degradante galería de los próceres contemporáneos de Chivilcoy.

El 2018 se ha cerrado con un balance social en comunión con el resto del país: pérdida de fuentes laborales; malhumor generalizado por el constante aumento de tarifas… Para qué seguir recordando malas noticias; sería como no dejar cicatrizar una herida y extender maliciosamente el sangrado.

No obstante esa triste realidad, Chivilcoy -comparada con otras ciudades de iguales dimensiones y parecidas situaciones sociales- ha logrado salir airosa de los grandes conflictos. Los hubieron; pero afortunadamente ha primado la adultez y el reclamo responsable de sus protagonistas, salvo algún pequeño incidente rápidamente superado.

Puede decirse que durante 2018, pese a tantos obstáculos y situaciones de difícil resolución, la ciudad en su conjunto, como comunidad, ha logrado avanzar, quizá a una velocidad menor a la deseada, pero ha sido siempre un paso adelante.

Esto se ha logrado con el esfuerzo y la dedicación de nuestra gente; la acción de las autoridades responsables de la conducción política y hasta el aporte -egoístamente limitado- de quienes ejercen la oposición negadora por la negación misma.

Al respecto, permítaseme el ejemplo de un episodio del que fui testigo, hace muchos años: en el Concejo Deliberante de Chivilcoy, el presidente de uno de los bloques políticos que lo conformaban en esa época, hizo uso de la palabra en una sesión ordinaria y dijo una triste frase que aun retumba en las paredes del viejo recinto.

Sin titubear, y haciendo alarde de una supuesta posición de fortaleza -entendible sólo en su limitado razonamiento- expresó: "Me opongo por oponerme; me opongo porque si".

No viene al caso citar el nombre del autor de tan lamentable argumento, porque darlo a conocer sería otorgarle penosa trascendencia. Lo más triste es que esa "justificación", aún parece subsistir y pone en evidencia a algunos integrantes de la clase política local, que tienen responsabilidades en el Poder Deliberativo de Chivilcoy.

En el marco político -de él se nutre la ciudad para su progreso- difícilmente podemos, entonces, anticiparnos a saber cómo será el 2019 para Chivilcoy si -por ejemplo- persiste este tipo de incomprensibles actitudes.

Estos personajes, asomados a la política local con perversa intención de obstaculizar, deben tener siempre en cuenta que el sueldo se lo abonamos cada uno de los contribuyentes para que, en la función para la cual el pueblo les ha dado mandato, aporten al crecimiento, progreso y constructiva crítica de las acciones de gobierno, sea cual fuere el hombre que nos conduce como cabeza de la administración municipal.

El 2019 representa la apertura de un tiempo nuevo. Será un año muy político, porque en los próximos meses tendremos elecciones y volveremos a elegir.

Tal vez, nos seguiremos golpeando. Que esos golpes nos ayuden a madurar y que Chivilcoy pueda encarminarse hacia un destino de gran ciudad, consolidando sus instituciones, fortaleciendo el accionar de las autoridades para que -desde su responsabilidad ejecutiva y deliberativa- puedan encontrar el mejor camino hacia un inmediato futuro, donde la dignidad del trabajo, el apego a las normas y la colaboración constructiva, se conviertan en valores esenciales de nuestra comunidad.

Entendiendo estos conceptos y poniéndolos en práctica, podremos saber cómo será el 2019 para Chivilcoy. Solo allí esta la respuesta a un interrogante, que no debe convertirse en incertidumbre.