La ferviente religiosidad del secretario de Salud, doctor José María Caprara, se transparenta fácilmente en la nobleza de su persona.

Siempre encuentra una oportunidad para agradecer a Dios.

En la profesión que abrazó con incondicional amor, habitualmente se lo escucha alabar al Creador.

Caprara expresa sus convicciones en la simpleza de una palabra; con un gesto cálido de contención y hasta en la noble mirada de sus ojos, que han transitado por difíciles momentos en la vida.

Sus convicciones nunca se debilitaron, más allá de duros obstáculos que debió enfrentar.

Se sobrepuso en la fe e hizo de ese amor incondicional una forma de vida.

José siempre estuvo cerca de Dios, desde cuando eramos chicos y compartíamos la misma escuela, los mismos juegos, en el mismo barrio.

Vaya coincidencia, de grandes nos encontrábamos los domingos en la misma plaza (España), cada uno con un perro de la misma raza (boxer).

"Vos estas más cerca de Dios", le he dicho una y mil veces.

Con su humildad y sanos sentimientos, me ha replicado: "Dios está cerca de todos por igual".

Este domingo José Caprara estuvo junto a la imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás, en la Parroquia Cristo Obrero, reconfortando su alma e implorando en silencio por cada uno de nosotros.

Hizo una pausa en su diaria lucha contra el COVID y con su presencia allí, agradeció a Dios una vez más.

Honesto, humilde, de gran corazón, sencillo, transparente, genuino y con un alma demasiado grande para ser contenida por un cuerpo simplemente humano.

El hombre que no deja de agradecer al Señor, tiene el enorme reconocimiento de la comunidad en la que habita por su entrega, dedicación y sacrificio.

Más que muchos, José Caprara si tiene ganado -por mérito propio- un lugar de privilegio muy cerca de Dios.

Néstor Berrutti